
Por Aldana Argüello Valenzuela y Juan Salvador Payne
*Advertencia: este artículo analiza escenas específicas de la película sin ahondar en la trama. Para aquellos que no la hayan visto, les recomendamos la siguiente reseña que aborda en detalle la trama argumental (https://www.peliplat.com/es/article/10037657/anora-una-superacion-de-pretty-woman?-(GUARDA,-SPOILER!)=null)
Introducción
Al calor de los 35° en la tarde del 6 de marzo de 2025, habiendo pasado ya cuatro días de la más reciente entrega de los Oscars, quienes escriben este artículo tuvimos una serie de intercambios. Sin dudas, el cimbronazo de Anora después de la ceremonia de estatuillas más vista a nivel mundial nos dejó varias ideas rondando en nuestras cabezas. Juan escribe un mensaje y dice: “Ví Anora y necesito que me expliques el final”, a lo que Aldana responde: “¡Contáme qué entendiste!”. Así, como quienes se abren en un cálido gesto para ver qué puede interpretar cada uno desde sus visiones, surgió este pequeño divagar de reflexiones.
¿Qué pasa con esta escena final?
La explosión en llanto de Anora dentro del auto junto a Igor, es algo que desconcierta bastante al cierre de la película. Muchos cambios de humor, climas y sensaciones en menos de cinco minutos. Pero para intentar anudar a algún sentido esta escena es necesario caminar unos pasos hacia atrás.
La relación entre Anora y Vanya, punto de inicio de todo este camino, desde el comienzo es bastante singular. Ambos, con veintipocos años, por cercanía generacional inevitablemente conectan. Van, se fuman unos porros, comen caramelos, tienen sexo todo el día, una cadena de goces interminables bancada con la extensión de tarjeta de Vanya. Y justamente, como la extensión no sale de Vanya, sino que es patrocinada por sus padres, es un modo de vivir que ante la primera negativa parental se terminaría…
Igor: un testigo silencioso
Cuando esto se rompe y aparecen en escena los matones de los padres rusos, entra Igor. Y cuando llega Igor, es el primer personaje masculino en la historia que realmente valora a Anora como sujeto. En ningún momento utiliza de manera peyorativa su condición de prostituta, no la agrede, busca contenerla, intenta humanizarla. En esa marea de personas en dónde la desconfianza es el hilo conector, con un niño oligarca hijo de padres narcisistas que no siente culpa ni pide perdón frente al desaire que sufre Ani, Igor, desde las sombras, muestra algo de humanidad. De hecho, cuando aparece Igor, lo hace siempre en segundo plano: guarda silencio, sigue con la mirada a Anora, cuida de ella en pequeños actos. Este es el punto clave de la participación de Igor: una presencia en un segundo nivel. Sin palabra las contempla con su mirada, velando por ella pero sin decirle qué hacer, respetándola en su ser. Y cuando ella ataca, él la contiene: “yo nunca te agredí, solamente te contuve para que no te lastimaras”.
El momento previo al beso…
En un determinado momento Igor desciende del auto y saca las maletas del baúl, se acerca a la casa y las sube. Ani permanece en el auto, no sale. Observa su casa, su entorno, el auto antiguo de Igor. Una lectura de este instante, tal vez con el permiso de algunos ribetes, es que representa el fracaso de aquello que Ani había llegado a imaginar como posible.
Es la vuelta a un punto anterior. Un regreso a un punto no deseado, es arrastrar todo hacia atrás. Si bien consideramos que es más relevante a nivel argumental lo que sucede al momento de tensión con el beso, con mucho más peso dramático de trasfondo, podemos comentar algo más. Se podría llegar a inferir que esa situación, es decir, la de ver a Igor con las valijas parado en la puerta de lo que alguna vez fue su vivienda, podría ser un disparador emocional y un gatillo que activa en Ani una situación que la confronta con la verdad. Su verdad. ¿Cuál es esa verdad? La que indica que todo lo que ocurrió hasta ese preciso momento no fue más que un ideal. ¿Un ideal sobre qué? Sobre aquello que no se llegó a materializar, que no fue posible.
Para Vanya todo fue una excursión, una especie de experimento de derrame lujurioso e infantil de un niño bien que tiene todas las posibilidades materiales que el dinero puede brindar. Para Ani era distinto. Para ella era un futuro diferente a cualquiera que alguna vez haya podido imaginar. Un futuro que en algún momento de la historia ella empieza a tejer y a construir de a poco, cediendo en su confianza, creyendo de a poco en eso. Todo se derrumba frente a ella, arrastrándola por una pendiente imaginaria con una sola dirección: tocar fondo.
La impronta del beso en la escena final
Ya dentro del auto, Igor le muestra a Anora que rescató el anillo de su casamiento. Este gesto impulsa en Anora un movimiento de aproximación, una cercanía de cuerpos en donde ella despliega su modo habitual de intercambio con sus clientes. Pero durante la fricción de sus cuerpos, Igor la toma de las mejillas e intenta besarla. Este es un punto de quiebre para ella, porque es indicio de que aquí hay algo que trasciende lo mercantil o lo sexual. Igor le ofrece un instante más allá del mero bien de intercambio. Las prostitutas no dan besos en la boca, pero aquí no estaba trabajando. Ella se resiste y responde con golpes, cachetadas, explosión. Siguiendo a Freud (1913), existen fuerzas conjuntas que se pueden dirigir sobre un mismo objeto. En lo psíquico, es la presencia tanto del amor como del odio hacia la misma persona, uno consciente, el otro inconsciente. Esta es la ambivalencia en el corazón de la humanidad.
No llegamos a entender con claridad si ella lo desea o lo aborrece, pero el punto no está ahí, sino en que sabemos que es con Igor con quien se abre un espacio que permite de una vez por todas a Anora bajar la guardia y mostrarse tal como se siente: vulnerable, sensible, sintiente. Después del maremoto de emociones durante toda la película, desplegando una coraza estoica y avasallante para defenderse sola de toda una familia rusa, es recién al final cuando Anora puede liberar eso guardado. Allí es donde puede descargar su pesada mochila en un incesante llanto.
El llanto final: el dolor como límite
Ese llanto con el que la película culmina parece no tener explicación. Pero a la vez es lo que da cuenta de la condición humana, es lo que termina de cerrar aquello con lo que Ani daba rodeos. Si la película hubiese terminado en un momento previo, por ejemplo con Ani e Igor teniendo relaciones en el asiento delantero del auto, o inclusive besandose apasionadamente, estariamos todavia dandole vueltas al asunto de la fantasía, en el terreno de la ciencia ficción y los cuentos infantiles de “y vivieron felices por siempre”.
Lo que permite acceder a ese sufrimiento es el llanto, si se quiere también, a aquello que dignifica. Es lo que le da a la historia toda su carga dramática. Tal vez incluso es lo que le da la clave para ser la ganadora a mejor guión en la terna de los Oscars. ¿Le hubieran dado la famosa estatuilla si no hubiera existido ese llanto…? Tal vez no, hasta tal vez hubiera pasado completamente desapercibida.
Ese quiebre póstumo cierra la historia, y también podría considerarse una chance para Ani de poder expresar su dolor, para luego poder continuar, porque si bien la trama termina allí, podríamos imaginar que la vida del personaje continúa. ¿Cómo proseguir con la existencia luego de una experiencia así…? Difícil de imaginar, pero al menos podemos conjeturar que eso tiene un punto final, con la expresión de ese dolor, el dolor como límite.
De todas formas, creemos que existe un punto inexplicable en esta escena. En efecto, creemos que fue montada por Sean Baker con el fin de preguntarse, de entregarse a la incomodidad y de tratar de brindar un final diferente al de los cuentos de hadas: abierto al debate.
Bibliografía
Freud, S. (1991). Tótem y Tabú. Obras completas. (vol. XIII). Amorrortu editores.
Buenos Aires. (Obra original publicada en 1913).
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