Hay personajes que uno no ve en pantalla: uno se ve en ellos. Eso me pasa con Evan de Superbad. Cada vez que lo vuelvo a ver, siento como si una parte de mí se hubiera colado en esa película sin que me diera cuenta. No es solo porque es inteligente, algo torpe y claramente nerd. Es porque Evan representa a todos los que crecimos con más miedo que coraje, con más sueños que planes, y con el corazón tan lleno de cosas que a veces no sabemos cómo decirlas.
El chico tranquilo que no encaja del todo
Evan no es el alma de la fiesta, ni quiere serlo. Está ahí, intentando pasar desapercibido, pero al mismo tiempo deseando que alguien lo vea de verdad. Como yo, se refugia en la cultura pop: películas, música, videojuegos... mundos donde uno puede ser quien quiera, sin necesidad de impresionar a nadie.
Y no es que Evan no tenga amigos. De hecho, tiene el mejor amigo del mundo: Seth. Pero incluso ahí, en esa amistad tan intensa y absurda, se siente a veces como el que va un paso detrás. Lo mismo me ha pasado. Rodeado de gente ruidosa, impulsiva, segura... mientras yo calculo todo lo que voy a decir antes de soltar una palabra.

Una de las escenas que más me representa es cuando Evan está en la habitación con Becca, y ella está borracha y quiere acostarse con él. Él duda. Se pone nervioso. No quiere aprovecharse. Y en ese momento incómodo, veo toda mi vida amorosa. No es cobardía. Es miedo. Miedo a no hacer lo correcto. Miedo a decepcionar. Miedo a no estar a la altura. A veces preferimos dejar pasar algo antes que arriesgarnos a arruinarlo... aunque nos duela.
Tambien me representa ese momento con Seth en el sótano de Evan, casi al final de la película, es un puñal directo al pecho. Evan admite que tiene miedo de lo que viene. Del cambio. De la universidad. Y yo lo entiendo tan bien que parece que él lo dice por mí. Esa inseguridad, ese deseo de conservar lo que tenemos porque el futuro asusta... es algo con lo que cargo a diario. No saber si vas a encontrar a alguien que te entienda, si vas a poder conectar igual. Si vas a ser suficiente.
Evan es ese tipo de personaje que no necesita discursos épicos ni grandes transformaciones para ser inolvidable. Es bueno, tímido, decente. Es nerd sin ser cliché. Tiene miedo sin rendirse. Tiene ese tipo de inteligencia que no alardea, que escucha, que observa, que siente. Le gusta el cine, como a mí. La música. Tiene un crush desde hace años, pero no se atreve a decir nada. Y aunque todos a su alrededor están tratando de crecer de golpe, él prefiere hacerlo despacio, a su manera.
En resumen: Evan soy yo. Y tal vez tú también.
Superbad es una comedia adolescente, sí, pero debajo de sus bromas sexuales y su torpeza encantadora, hay un retrato real de lo que significa ser joven, inseguro, bueno... y simplemente no saber qué hacer con todo lo que sientes.
Yo soy Evan. El nerd buena onda. El que teme quedarse solo. El que se emociona con canciones, películas y videojuegos porque ahí encuentra consuelo. El que espera que, en medio de este caos que es crecer, haya alguien que lo vea tal como es... y se quede.
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