¿Cómo piensan los que piensan por nosotros?

Estrenó para HBO Max Mountainhead escrita y dirigida por Jesse Armstrong, con Steve Carell, Jason Schwartzman, Ramy Youssef y Cory Michael Smith. Durante una buena parte de la película –tal vez el primer tercio– tuve un nuevo miedo desbloqueado: ¿Qué tanta incidencia tienen sobre nosotros los tipos más poderosos del mundo? o mejor dicho: ¿Son conscientes del poder que ejercen sobre la población mundial? Me refiero a los dueños de esos conglomerados informáticos, aplicaciones, redes sociales, y los miles de millones de dólares que acumulan entre ellos, y cómo deciden sobre todos de manera un tanto azarosa, hecho que la película expone. Porque detrás de estos altos coeficientes intelectuales y algoritmos bastante complejos, todavía hay personas. Y la estupidez humana, queridos amigos, es infinita.

Jesse Armstrong es el creador de Succession, y absolutamente todo lo que respecta al mundo de los CEO’s ya lo había estudiado y en el film está sólido: modos, formas, gustos y diferencias entre millonarios y billonarios. No quiero detenerme ahí, porque no esperaba menos excentricidades de esta gente. El tema acá no son precisamente los medios —como en el imperio creado por Logan Roy—, sino la informática: las aplicaciones, las redes sociales, la inteligencia artificial. En resumen: una suerte de cónclave de casi dos días entre las cuatro cabezas más importantes de Estados Unidos en esas áreas, los reúne en Mountainhead, una exclusiva residencia escondida en un bosque de Utah, en pleno invierno.

Si bien son viejos amigos, ahora están distanciados, y la reunión se da en el marco de la última actualización de la red social Tramm, que permite a los usuarios difundir videos hiperrealistas creados con IA, sean verídicos o no. ¿Qué ocurre? Guerras civiles, crímenes de odio, bancos en quiebra, países al borde del colapso y demás yerbas. Será aquí donde se refloten viejos intereses y posiciones opuestas sobre la finalidad del avance tecnológico.

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Es difícil no leer esto en términos de Herbert Marcuse y su crítica a las sociedades industriales con posibilidad de avance tecnológico, y los usos que se harían de eso: convertir a las personas en instrumentos de dominación o represión. Pero claro, la película es una comedia negra, y está muy cómoda en ese tipo de comentario irónico sobre los incendios desencadenados en India producto de las fake news que circulan por ahí: el fuego no se ve así, esto es tan hiperreal que no puede ser cierto.

Las opiniones de estos cuatro tipos concuerdan sobre la necesaria intervención. El problema es el cómo. Si bien no todo lo que vemos es cierto, tenemos que frenarlo. ¿Las opciones? Lanzar la cura (meterle un parche a esa actualización) o depurar el mundo (¡!), y darles a los humanos la posibilidad de salvarse.

En el medio, unas cuantas ideas sobre posibles futuros virtuales y el transhumanismo, que si bien hoy suenan a un capítulo de Black Mirror o a Mickey 17, yo no descartaría de cuajo. Una suerte de punto medio termina siendo elegir algunos lugares estratégicos para probar: primero con países “chicos”, después con otros más grandes. Correcto, como si jugaran al T.E.G., con una referencia breve pero bien gráfica. Lo que importa en los tiempos que corren: ¿Presidente? Cargo menor… como solía decir un viejo magnate de los medios de Argentina.

Y hablando de nuestro país, las referencias son varias y nos nombran bastante. Incluso a Buenos Aires, incluso a Eva Perón. ¿Conejitos de indias? ¿O simplemente la imagen que tiene Estados Unidos sobre el Cono Sur? Porque quien dice Argentina, también dice ese paquete de países de ahí abajo, que parece ser más cómodo gobernado desde Miami. Ojo, la crítica no es solo para Sudamérica: también van contra México, El Salvador, Italia, Francia, Canadá, Bélgica, China, etc. Una comedia negra que se anticipaba así, pero que podría haberse resuelto mejor. La Don’t Look Up de HBO, pero sin la gran explosión.

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Ya el “afiche” –o el título que le quepa para los términos del streaming– los anticipa en contrapicado, dándoles el poder, celular en mano. Eligiendo por el mundo, desde Utah o Silicon Valley, centro de operaciones de los poderosos dueños de las redes, que bien podrían tener su paralelo en Musk, Bezos, Zuckerberg y Altman, y cómo estos marcan el ritmo del pensamiento. La película no es una invitación a salir del sistema, ni a denunciar lo malo del mundo. Es una comedia ácida sobre problemas que ya están empezando a aparecer, en la que el grado de malicia es superado por el de perversión, porque no hay plan de afectar sino que, dado el problema de no poder controlar lo que ya está pasando, las dos ideas que aparecen son la de negarlo y la de duplicar la apuesta, escudándose en planteos existenciales sobre la validación grupal y personal de las decisiones: esto que estamos haciendo es por el bien de la humanidad. Y a repetirlo como un mantra.

Mientras la película avanza en ese plan, estos cuatro magnates sospechan de un boicot y se refugian en el búnker de la mansión. Se ríen de todo y no cancelan sus placeres, a pesar de que la crisis sea mundial. Su banquete no se interrumpe, y la cantidad de comida para cuatro resulta exagerada, más aún si ninguno toca un solo bocado. Desmesura y abundancia frente a la carencia, mientras son testigos del colapso mundial a través de sus dispositivos.

La película va hacia arriba, hasta que algo sucede. Algo se rompe dentro de la cúpula: una de las patas de ese cuadrado de poder, una operación de contrainteligencia interna; un golpe de estado puertas adentro. La cita es clara: La conjuración de Catalina, el caso Khashoggi. Lo que hasta entonces planteaba un escenario confuso a nivel global empieza a volverse íntimo, yendo de lo universal a lo particular. Y es ahí donde creo que la película falla, generando cierta decepción. Propone un viraje más explícito hacia la comedia, cuando había funcionado mejor en la línea de la ironía o del roast que tanto le gusta a los estadounidenses. El elenco pedía algo de eso, sobre todo por Schwartzman y Carell. Y en línea con esto, hay algún que otro gag que no funciona, pero confirma la premisa inicial: estamos en manos de unos tipos despiadados bastante idiotas y sin escrúpulos, que tienen dinero y poder, pero una visión específica de progreso, y hay que tener mucho cuidado.

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Licano
Licano
 · 10/06/2025
Es muy acertado que identifiques la estupidez humana como un factor clave
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✨J.G.✨
✨J.G.✨
 · 07/06/2025
Los que piensan por nosotros, piensan por ellos, para ellos, estudian el mercado para generar productos que enganchen con los consumidores y creen adicciones que les generen ganancias multimillonarias para continuar incrementando su fortuna nunca hacen nada por el bien de la humanidad, siempre es por el bien de sus bolsillos...esa es la realidad nosotros somos lo que debemos ser consumidores consientes y colocar límites sabiendo aprovechar la tecnología y avances tecnológicos que piensan brindarnos hasta cierto punto en el que no nos afecte, aunque esto también sea casi imposible, sacando cuentas desde el ejemplo más sencillo se nos descarga el TLF y entramos en crisis, la mayoría no puede estar 1 día sin su TLF encima.¿ O me equivoco?
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Jeroo Casco
Jeroo Casco
 · 04/06/2025
Te respondo la segunda: no, no son para nada conscientes. Por eso lo mejor es, en caso de que se nos dé, comprar una cabaña en el fin del mundo, muchas provisiones como para veinte años y esperar que reviente todo. O, la segunda es apagar todas las computadoras y todos los celulares. No sé que es más dificil
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